"Segundo libro del año"
Por ese entonces era el
año 2001 y estrenaba catorce años (bastantes menos, quince para ser exactos,
todo un número). Sentí la necesidad de agarrarlo, sacudirle la tierra de la
portada, emprolijarle las hojas dobladas. Empecé a leerlo primero por lástima e
inmediatamente por placer.
Una semana en la nieve
es un libro ligero, en su forma de lectura y literalmente ligero ya que esta edición
es muy liviana realmente. Me encantan las ediciones en las que, encontrando una
posición perfecta, uno ni siquiera nota que tiene un libro en la mano porque no
demanda nada de fuerza sostenerlo.
El protagonista es
Nicolás un pequeño de ocho años. Con un narrador omnisciente el autor nos
muestra e invita al mundo de la imaginación de este niño. La relación con sus
padres, los cuestionamientos que aparecen contra su voluntad y con ellos el
miedo, a ser expuesto, a llamar la atención.
La historia transcurre
en el contexto de un viaje, de una semana, a la nieve, para aprender a esquiar con
sus compañeros de curso. Esta experiencia es simple para muchos, para Nicolás se
traduce en situaciones de tensión. Su padre, vendedor de prótesis médicas, con
la excusa del inminente peligro presente todo el tiempo, cubre permanentemente
a sus hijos con un manto muy pesado de sobreprotección dificultando que la
personalidad de Nicolás empiece a salir a flote. Es tanta la sobreprotección
que este padre no puede concebir que su hijo viaje en un autocar con sus
compañeros para llegar a destino, por lo tanto él mismo se encarga de llevarlo
en su auto donde nada malo puede pasarle, donde lo protegería de un inevitable
accidente de tránsito como el que sufrieron aquellos niños hace unos días y
anunció la televisión con tanto énfasis.
Las cosas en su familia
eran así, por momentos Nicolás estaba de acuerdo, las consideraba adecuadas,
pero había otros en los que le suponía un momento de exposición para con sus
pares, las burlas estaban ahí y debía hacer todo lo posible por no
despertarlas.
Emmanuel Carrère necesitó de muy pocas palabras (quizás sea lo breve algo que criticar) para plasmar este viaje gráfico dentro de la consciencia
e imaginación de su pequeño protagonista. Invita a pensar en el mundo de los
niños, en su papel de espectadores al nosotros, los adultos, ser los permanentes
tomadores de decisiones. Todo repercute en ellos, nuestras palabras, gestos,
acciones y hasta miedos heredados.
“Una semana en la nieve”
me dejó pensando en que todos las visiones son igual de importantes. A veces
ponemos a los más pequeños en un peldaño por debajo nuestro sin tener en cuenta
que su visión de las cosas es válida porque va de la mano de un sentimiento que
merece ser respetado y en el mejor de los casos incluido.
He caído en tu blog por casualidad y he leído tu comentario sobre Emmanuel Carrère. LO he encontrado interesante, no solo por cómo lo cuentas, sino porque no sabía que Carrère había escrito libros para niños (o de niños, si quieres). He leído su ensayo sobre Limonov, un libro con alto contenido político sobre la URSS y la Rusia moderna, o sea que es de un género totalmente opuesto.
ResponderBorrarSaludos
¡Hey Sorokin! Muchas gracias por tu comentario, lamentablemente lo ví unos días después. Me encanta que hayas visitado mi humilde blog de casualidad, sin ningún condicionamiento previo.Busco eso, que el que me lea se lleve algo positivo, definitivamente tu opinión me alienta a seguir con todo esto. Voy a intentar leer el ensayo que mencionas para poder observar a Carrère desde otra perspectiva. Me alegra mucho que hayas escrito. Subo reseñas todos los jueves espero te quedes por acá para seguir dándome tu valiosa opinión. ¡Saludos! ¡Buena lectura!
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